Leer
forma parte de nuestra identidad como ser humano, es nuestra propia
construcción, es lo que nos llena de significado a nosotros como docentes; por
esto la experiencia de leer va más allá de una interacción con un texto, es una
transacción entre el lector y el texto
que se lee. Cada uno de ellos (Lector y texto) aportan lo suyo, pero el
significado se crea producto de esta transacción.
Si
buscamos en el diccionario la palabra transacción es la acción o efecto de
Transigir, Transigir: actitud de tolerancia o aceptación de opinión “llegar a acuerdo”; lo que llena de
sentido que la lectura según Rosenblatt es un suceso particular en el tiempo,
que reúne un lector y un texto particular, en circunstancias también
particulares, en un proceso de transacción lector y texto son mutuamente
dependiente y su interpretación reciproca surge el sentido de la lectura.
La
lectura es un dialogo con uno mismo, llenar de sentido el texto dependerá de
diferentes factores. El lector debe echar mano a su reservorio lingüístico
donde reflejará su historia personal, social y cultural, en consecuencia no
solo se vale del conocimiento de la lengua, del poder descodificar palabras en
un texto; el conocimiento del tema es fundamental para que exista transacción entre
el lector y el texto.
El
Contexto histórico, social de las circunstancias que rodean el texto, son
aspectos que permitirán otorgar sentido al lector; igualmente influye en este
proceso el estado emocional, anímico del lector. Esas emociones le dan ese proceso individual
e íntimo del lector en transacción con el texto; en efecto se confirma que la
lectura es un juego de intersubjetividades.
Bien
explicaba María Eugenia Dubois “…No existe un lector genérico, ni una obra
literaria genérica, sino millones de lectores individuales, que leen millones
de obrar individuales”…[1]
No
existen dos personas que lean y que tengan el mismo sentido a un texto, para
cada una su significado es íntimo y propio. El significado surge como producto
de una transición particular que ocurre en un determinado lector, con un
determinado texto, en un determinado contexto.
La actitud define la postura, es la que guía
la actividad selectora del lector. La construcción del significado depende de la postura del lector
frente al tipo de lectura, pues no es lo mismo leer un poema que un artículo
científico. Estas posturas son llamadas “predominantemente estética” o
“predominantemente eferente”. Y es aquí en el que se encuentran elementos
públicos o privados y en algún momento se combinan, a lo que se le llama:
el continuo eferente-estético.
El
proceso de leer comienza desde el momento que se lee el título, portada, las
primeras líneas, esto mueve las experiencias y se llena de significado en ti; esto explica que
existen aspectos públicos y privados dentro del texto esto determina las
posturas asumidas por el lector. La postura eferente se refiere más al aspecto
público del sentido y la postura estética hace mayor énfasis en la experiencia,
dando mayor referencia al aspecto privado del sentido.
Sobre
la base de las consideraciones anteriores, es oportuno citar a Felipe Garrido
que dice:
Antes
creíamos que nuestra tarea era alfabetizar a todo el mundo. ¡Sorpresa! Eso no
basta. Además, tenemos que hacerlos lectores. Está alfabetizado quien puede
simular la lectura de un texto cuando lo tiene enfrente. Digo simular porque
esta operación no incluye la comprensión del texto; esta operación supone que
la comprensión es una segunda etapa en la adquisición de la capacidad de leer Y
la consecuencia de esa simulación es que avancemos por la vida leyendo
—comprendiendo— a medias, aprovechando a medias las lecturas a nuestro alcance.[2]
Como docentes hemos estado
equivocados en enfocarnos sólo en el producto, exigir que el estudiante
decodifique palabras, busque la idea principal, dejando a un lado a la persona,
olvidándonos totalmente de la apropiación que pueda sentir el sujeto con su transacción
con el texto. El acto de leer involucra
la totalidad de la persona, ese proceso intimo e individual que existe al
momento de la transacción con la lectura.
Por
eso debemos comenzar a rescatar al docente, ya que es preciso que viva la
lectura, que se apropie de ella, que vivencie la experiencia como lector,
sensibilizar para que el docente entienda el respeto al momento íntimo que
tiene el estudiante con su lectura; que entiendan y respeten los miles de significados que
puedan surgir en un aula con el mismo texto, en el mismo contexto ya que no hay
un significado absolutamente correcto en el texto y se debe valorar, validar y
respetar; a lo que se refería Maria E, Dobouis “El amor por la lectura no es un
problema de enseñanza si no de contagio”.
Es
evidente entonces la connotación que adquiere que el docente trasmita el amor
por la lectura, ya que a su vez contagiará a cada estudiante de manera
inconsciente el entusiasmo y el significado que tiene la lectura.
Sería
entonces una de las recomendaciones para promoción de la lectura formar
docentes “Lectores”, con conocimiento no solo de la teoría y métodos para
enseñar a leer y comprender, sino propiciar encuentros donde el maestro viva la
lectura, viva la experiencia de leer y así logar guiar a sus estudiantes por el
extraordinario mundo de la Lectura.
Otra
de las estrategias que se puede rescatar del modelo transaccional, es guiar y
orientar a los estudiantes a asumir una postura frente al texto, si se
demuestra a los alumnos que además de centrar su atención en lo que se quiere
focalizar o conseguir el concepto ,
también se puede centrar la atención en lo que se siente y se vive
mientras se lee.
Con las lecturas seleccionadas por el maestro
es importante explicar claramente el propósito al que se quiere llegar con la
lectura, “darle luz” y si el estudiante no le dio la adecuada interpretación
hacerle comprender que él puede rectificar lo que interpretó, a sabiendas de
cómo y el por qué lo ha hecho.
Leer es libertad, es democracia leer es un derecho, es
nuestra esencia como ser humano, como dice Luz María Chapela y Alberto Manguel
van más allá del texto escrito, afirman que “leer es mirar con atención al
mundo que nos rodea para «escucharlo»”[3], para Manguel es el lector
quien otorga significado a su lectura:
(…) es el lector quien le
atribuye a un objeto, lugar o acontecimiento (o reconoce en ellos) cierta
posible legibilidad; es el lector quien le ha de atribuir sentido a un sistema
de signos para luego descifrarlos. Todos nos leemos a nosotros mismos y al
mundo que nos rodea para poder vislumbrar qué somos y dónde estamos. Leemos
para entender, o para empezar a entender. No tenemos otro remedio que leer.
Leer, casi tanto como respirar, es nuestra función esencial.[4]
No nos queda otra que
trasmitir, y contagiar a cada una de las docentes, jóvenes y niños, padres y
representantes en fin a todo al que podamos promocionar el respeto hacia su
lectura y el de los demás, hacia ese momento intimo y de transacción con el
texto para hallar un sentido y una verdadera apropiación de la lectura.
Lic. Ilisel Abreu
[2] GARRIDO, Felipe, “Que
todos sean lectores”, en El buen lector
se hace, no nace. Reflexiones sobre lectura y formación de lectores,
México, Planeta, 1999, (Col. Ariel), p. 65.
[3] CHAPELA, Luz María,
“Hacia una actitud lectora (apuntes
para un debate)”, s/l, s/e, 1997, s/p.
[4] MANGUEL, Alberto, “La
última página” (fragmento), en Una
historia de la lectura, Colombia, Editorial Norma, 1999, p. 20.